la leyenda |
Compadezco a aquella
generación que nació en estos años. Me da pena que no hayan podido disfrutar
esa magia que disfrutamos nosotros, los contemporáneos que nos deleitamos con
la encarnación de la inteligencia en un jugador.
Puede que muchos no lo hayan querido, algunos
hasta lo han odiado, no hay dudas. Pero eso sí, todos en algún momento han
sabido rendirse, aun inconscientemente, a sus piernas. A su pierna derecha. Esa
que llevaba una cinta blanca por debajo de la rodilla, que de necesidad se
convirtió puramente en emblema de distinción.
Esta generación que conoció la pegada de un
futbolista quien, como pocos, te ponía la pelota en el pecho desde cuarenta,
cincuenta, sesenta o quien sabe cuántos metros. Esos cambios de lado, esos
pases que ahorran tiempo, valioso tiempo, y que evitan detalles a veces
odiosos. Esos pases que se filtran entre líneas de defensores que incapaces de
marcar una pelota solitaria, pequeña, rápida, caprichosa, la veían pasar a su
lado.
Quedará en la memoria de muchos ese paso por
las competiciones más rigurosas, las europeas, donde los mas virtuosos muchas
veces ni siquiera han podido mantenerse, y él, con su calidad innata con el
balón supo desembarcar en lo más alto, permanecer, incluso triunfar y redoblar
la apuesta.
Su llegada a Manchester. Foto junto a Sir Alex Ferguson |
Todos los fieles al fútbol lo siguieron,
directa o indirectamente, desde las instituciones italianas más humildes, donde
triunfó e hizo triunfar, hasta los clubes de élite ingleses e italianos
también. A lo mejor muchos no recuerden ni quieran recordar las millonarias
cifras por las que los grandes entes deportivos diputaron su ficha.
Pero lo que se supo y aun se sabe, es el
retorno triunfal del hijo prodigo a su lugar en el mundo, y que se convirtió en
su sello. Él era la excepción, el innovador. Cuando todos volvían extenuados,
viejos, cansados, “rotos”, él volvió
vigente, con ganas, entusiasmado, cumpliendo su palabra. “A los treinta vuelvo
al país, vuelvo a mi club, vuelvo a mi casa” había dicho de joven. Y cumplió,
aunque a los 31 años.
De allí en más la historia indiscutidamente
deberá enseñar a las futuras generaciones lo inevitable. Aunque no quieran,
aunque no interese, la historia respetará siempre los hechos, los logros, y en
su casa los logros tuvieron el rol preponderante.
Volvió y sacó campeón a
su equipo, a su hogar, deleitando a sus amigos, a su gente, a sus compañeros de
pasión, quienes lo vieron desplegando su talento evidenciando la diferencia con
el resto. Las piernas certeras, la pelada brillosa y la barba como un candado
cerrado, cerrado como el círculo que estaba por terminar. Cerrado como el grito
de “campeón” que le recordó a sus hinchas.
Volvió para cumplir su sueño. Y cumplió el de todos |
Todo parece hermoso, como un cuento de un
hombre que volvió y cumplió su sueño. Pero su sueño iba más allá. No era
conquistar su país. Su sueño era conquistar su continente. Emular a su padre,
cumplir con lo que pocos han podido. Y cuando menos se lo imaginaba… Campeón de
América. Y de visitante. En Brasil. Con setenta mil almas en contra, con todo
en contra en realidad. Dio todo. Quienes estuvieron presentes tienen el honor
de decir que él contagió a todos sus compañeros. Les impuso un sueño, les educó
la mente, y el corazón. Siempre el corazón, ese generador del plus fundamental
para triunfar.
Quizás no se recuerde porque no fue triunfo,
pero aquellos que lo sufrieron, sabrán recordar hasta sus últimos días de vida
la finalísima ante el tal vez mejor equipo en la historia del fútbol, con las
máximas figuras en su mejor momento. Una final que en los papeles era goleada,
baile, sandunga y humillación para el equipo argentino. Y en realidad fue lo
contrario.
Pero el resultado fue adverso, y aunque el
gran mérito es haber estado ganando todo el partido, e incomodar a la máxima
expresión del fútbol aún con más fútbol, será incuestionable. De causalidad a
ese pelado guerrero le empataron el partido. De pura suerte le ganaron en
minutos que se debieron agregar. Fortuna necesitaron los invencibles para no
ser vencidos por él y sus muchachos. Y él aún en la derrota se metió en el podio
de las figuras mundiales. El mejor, con los mejores.
Dios es pelado y usa Barba Candado |
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