viernes, 17 de octubre de 2014

Esa barba candado

la leyenda
 Compadezco a aquella generación que nació en estos años. Me da pena que no hayan podido disfrutar esa magia que disfrutamos nosotros, los contemporáneos que nos deleitamos con la encarnación de la inteligencia en un jugador. 

 Puede que muchos no lo hayan querido, algunos hasta lo han odiado, no hay dudas. Pero eso sí, todos en algún momento han sabido rendirse, aun inconscientemente, a sus piernas. A su pierna derecha. Esa que llevaba una cinta blanca por debajo de la rodilla, que de necesidad se convirtió puramente en emblema de distinción.

 Esta generación que conoció la pegada de un futbolista quien, como pocos, te ponía la pelota en el pecho desde cuarenta, cincuenta, sesenta o quien sabe cuántos metros. Esos cambios de lado, esos pases que ahorran tiempo, valioso tiempo, y que evitan detalles a veces odiosos. Esos pases que se filtran entre líneas de defensores que incapaces de marcar una pelota solitaria, pequeña, rápida, caprichosa, la veían pasar a su lado.

 Quedará en la memoria de muchos ese paso por las competiciones más rigurosas, las europeas, donde los mas virtuosos muchas veces ni siquiera han podido mantenerse, y él, con su calidad innata con el balón supo desembarcar en lo más alto, permanecer, incluso triunfar y redoblar la apuesta.

Su llegada a Manchester. Foto junto a Sir Alex Ferguson
Todos los fieles al fútbol lo siguieron, directa o indirectamente, desde las instituciones italianas más humildes, donde triunfó e hizo triunfar, hasta los clubes de élite ingleses e italianos también. A lo mejor muchos no recuerden ni quieran recordar las millonarias cifras por las que los grandes entes deportivos diputaron su ficha.

 Pero lo que se supo y aun se sabe, es el retorno triunfal del hijo prodigo a su lugar en el mundo, y que se convirtió en su sello. Él era la excepción, el innovador. Cuando todos volvían extenuados, viejos, cansados, “rotos”,  él volvió vigente, con ganas, entusiasmado, cumpliendo su palabra. “A los treinta vuelvo al país, vuelvo a mi club, vuelvo a mi casa” había dicho de joven. Y cumplió, aunque a los 31 años.

 De allí en más la historia indiscutidamente deberá enseñar a las futuras generaciones lo inevitable. Aunque no quieran, aunque no interese, la historia respetará siempre los hechos, los logros, y en su casa los logros tuvieron el rol preponderante.

 Volvió y sacó campeón a su equipo, a su hogar, deleitando a sus amigos, a su gente, a sus compañeros de pasión, quienes lo vieron desplegando su talento evidenciando la diferencia con el resto. Las piernas certeras, la pelada brillosa y la barba como un candado cerrado, cerrado como el círculo que estaba por terminar. Cerrado como el grito de “campeón” que le recordó a sus hinchas.

Volvió para cumplir su sueño. Y cumplió el de todos
 Todo parece hermoso, como un cuento de un hombre que volvió y cumplió su sueño. Pero su sueño iba más allá. No era conquistar su país. Su sueño era conquistar su continente. Emular a su padre, cumplir con lo que pocos han podido. Y cuando menos se lo imaginaba… Campeón de América. Y de visitante. En Brasil. Con setenta mil almas en contra, con todo en contra en realidad. Dio todo. Quienes estuvieron presentes tienen el honor de decir que él contagió a todos sus compañeros. Les impuso un sueño, les educó la mente, y el corazón. Siempre el corazón, ese generador del plus fundamental para triunfar.

 Quizás no se recuerde porque no fue triunfo, pero aquellos que lo sufrieron, sabrán recordar hasta sus últimos días de vida la finalísima ante el tal vez mejor equipo en la historia del fútbol, con las máximas figuras en su mejor momento. Una final que en los papeles era goleada, baile, sandunga y humillación para el equipo argentino. Y en realidad fue lo contrario.

 Pero el resultado fue adverso, y aunque el gran mérito es haber estado ganando todo el partido, e incomodar a la máxima expresión del fútbol aún con más fútbol, será incuestionable. De causalidad a ese pelado guerrero le empataron el partido. De pura suerte le ganaron en minutos que se debieron agregar. Fortuna necesitaron los invencibles para no ser vencidos por él y sus muchachos. Y él aún en la derrota se metió en el podio de las figuras mundiales. El mejor, con los mejores.


 
Dios es pelado y usa Barba Candado
Desde su última pegada mágica, de su inteligencia desparramada en una cancha, pasó ya un tiempito. Cortito, aun fresco en las mentes, en las charlas de café, en el consciente colectivo. Pero cuando pasen los crudos años, y los todavía infantes solo sepan de su mito y hablen de él con el “diario del lunes”, espero no todos los que lo han disfrutado se olviden de ese pelado, de barba candado, que cumplió sus sueños e hizo cumplir los ajenos...

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